Las 6:00 de la mañana de un día de tantos; Bilma Leticia y María Isabel abren su negocio en la calle Jerusalén de Guastatoya y se ponen a tortear; es decir, a elaborar las «tortillas de maíz» que acompañan la comida en casas y restaurantes, supliendo la función que hace el pan en la mesa en España.

La tarea se prolongará por 12 horas, hasta las 8 de la tarde, con una parada de una hora para comer. Esa es su actividad diaria desde hace tanto tiempo que Bilma no podría precisar una fecha de inicio concreta.
En su pequeño local se entregan al trabajo con un entusiasmo que ni siquiera se disipa con el calor que desprende la plancha reluciente en la que ambas mujeres cocinan sus tortitas. Es cierto que el día no es de más calurosos (ronda los 30 grados), pero ni una queja, ni un gesto de contrariedad y sí, una animosidad que no podíamos sospechar quienes al pasar por delante de sus puestos vemos pegadas a la plancha de cocción a las tortilleras, denominación que reciben las mujeres entregadas a esta tarea, pues por lo general es la representación femenina la que se ocupa en este trabajo.

Sin apartar la vista de la tarea y al mismo tiempo con una exquisita amabilidad, nos atienden. María Isabel se muestra al principio un poco más reservada. Cuando les preguntamos sobre el proceso de elaboración, Bilma dice: “Cuéntale tú”, dirigiéndose a su compañera, aunque ella siempre mediará también en la conversación.
Es entonces cuando María Isabel supera su timidez y comienza relatar:
- Compramos el maíz y lo cocemos. Una vez cocido, lo lavamos y lo llevamos al molino, explica.
- ¿La masa no se condimenta tan siquiera con sal?, preguntamos.
- No, no. Solo durante la cocción añadimos un poco de cal al maíz para que se libere de una telilla de revestimiento que trae el grano.
Elaboración de las tortillas de maíz
Con la harina llegada del molino, elaboran la masa. Tienen la mano tan hecha a la cantidad de producto que debe llevar una tortilla que, sin ningún tipo de medida, meten un puñado en el hueco de la mano y, con gran agilidad –cabría decir, incluso, que con un arte propio de una palmeadora de baile flamenco-, empiezan a pasar esa porción de una mano a la otra con las palmas abiertas, para que la bola inicial adquiera la forma circular y el grosor adecuados para pasar a la plancha.
El tiempo preciso de cocción y de inmediato, la siguiente: otra porción de masa en el puño de una mano y a palmear, porque entre las dos deben elaborar cerca de mil al día. Los precios están bastante estandarizados en los abundantes puestos de tortitas o tortillas que hay en la ciudad de Guastatoya: 4 tortitas, 1 quetzal (8,50 Q = 1 €).
Las dos mujeres prosiguen con su trabajo y podríamos decir, también, que con su devoción, por ese mimo que ponen en lo que hacen. Nos vamos con unas tortitas y una gran lección de positivismo.