El impactante cementerio colorista de Chichicastenango es uno de los más llamativos del mundo en este aspecto. De por sí, atrae la atención el colorido intenso de los camposantos de algunos países de Latinoamérica, pero el de Chichicastenango sobresale entre todos. Para simplificar, a la ciudad coloquialmente en Guatemala se la conoce como Chichi.
Situado en el suroeste de la ciudad y cayendo a uno y otro lado de una suave loma, parece un jardín perpetuo en las alturas del altiplano de Guatemala, por encima de los dos mil metros sobre el nivel del mar.

Colores de las tumbas y significados
Tal vez sea porque las flores se marchitan pronto y tampoco se dan en todas las épocas del años, los vecinos, decididos a mantener permanentemente la policromía en el cementerio, no encontraron modo más eficaz de conseguirlo que pintando las tumbas de llamativos colores.
Sobre cuáles de estos había que utilizar, no estaba nada escrito. El dolor, la aflicción se puede manifestar de tantos colores… que nadie se atrevía a marcar pautas. En su momento, escribimos sobre el tema en el artículo “El color de los sentimientos en Guastatoya”.
Hoy ya se establecen algunas asociaciones pautadas entre los colores y sus significaciones. Así, el blanco equivale a pureza, el turquesa simboliza la protección de una madre y el amarillo se asigna habitualmente a los abuelos y representa la fuerza del sol. Incluso algunas tumbas se pintan simplemente con el color preferido del difunto en vida.
Rituales maya
Son frecuentes las ceremonias o rituales religiosos siguiendo la tradición maya descrita en el libro sagrado Popol Vuh, que relata la creación de la humanidad desde la visión maya. Libro descubierto precisamente en Chichicastenango en el siglo XVIII. Por ese motivo, en un de los laterales del cementerio se encuentra la Plaza Baktun, presidida por una serie de ídolos relacionados con la cultura maya.

Cruces cristianas
Esto no es óbice para que en el cementerio, sobre las tumbas o sobre el suelo, abunden las cruces, símbolos de la fe cristiana. Esta convivencia o sincretismo es una constante en toda Guatemala, y se aprecia de un modo admirable en la fachada de la iglesia de San Cristóbal Acasaguastlán, en el cauce medio del río Motagua.

“Dios es bueno y el diablo no es malo”, decía aquel personaje que no tenía muy claro si al final de sus días acabaría en el cielo o en el infierno. Este caso parece bastante similar. La abundancia de rituales en ningún caso parece que puede perjudicar al difunto, sino más bien todo lo contrario. De ahí esa mezcla de simbologías y ritos tan frecuentes en los escenarios religiosos de Centroamérica, que no dejan de causarnos sorpresa y admiración, porque lo habitual es la exclusión o la imposición de una única verdad, ya esa religiosa o ideológica.
Volveremos sobre este magnífico municipio de población mayoritariamente indígena, raza K’iche’, situado en el curso alto del río Motagua y en el departamento de Quiché, porque merece realmente la pena.