Lucha de una joven adicta al alcohol y la marihuana

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Jóvenes adictos al alcohol y las drogas
La adicción al alcohol y drogas, muy presente en la sociedad

La adicción al alcohol y la droga es un problema muy presente en las sociedades actuales, que puede empezar a edades muy tempranas, incluso en la misma infancia. La adolescencia de muchos jóvenes queda atrapada en laberintos de alcohol y droga. Salir de ellos es muy difícil. A continuación exponemos el relato real -y anónimo, por razones obvias- de la lucha de una joven adicta al alcohol y la marihuana, que trata de salir del pozo en el que entró siendo niña.

«Soy una joven de 18 años«

«Soy una joven de 18 años de una ciudad grande de Guatemala. Desde hace cinco años tengo un problema bastante común entre la juventud de mi país e incluso de otros países del mundo, la adicción al alcohol y a las drogas, en mi caso, a la mariguana (marihuana).

Últimamente, he venido manteniendo una lucha constante, pero tal vez insuficiente, por superar esta situación, que entiendo que no me lleva a nada bueno. Como cualquier otra persona, solo dispongo de una vida, y no quiero desperdiciarla ni tampoco dañar la de los miembros de mi familia. Por eso, me he propuesto, ahora con más fuerza, luchar para salir de este pozo sombrío en el que he caído.

InfantiaN me da la oportunidad de contaros mi caso y mi lucha y lo hago porque de algún modo tal vez muchos otros jóvenes pueden verse reflejados en él y se animen también a luchar conmigo por superar esta situación adversa».

Consumo de marihuana

Trágica noticia

“Todo era normal, más o menos normal, como en cientos y miles de familias. Los días se sucedían unos detrás de otros con los problemas propios de cada casa y, por lo general, bastante comunes en todas ellas. Hasta que uno de esos días, sin esperarlo, entró en mi casa -«derribando» la puerta, derribando todas las paredes de mi interior- una noticia inesperada y trágica: el padre -mi papi-, el cabeza de familia, había fallecido en un accidente de tránsito.

Trece años

En aquellos días, la noticia para mí, una niña de 13 años, acabó ahí. Más tarde me enteré de que había sido un accidente tal vez intencionado, forzado por terceras personas que llevan la codicia y el mal en la sangre.

A partir de aquel día, todo cambió. En mi casa ya solo había tristeza y angustias. Mi mamá se quedaba sola al cargo de la casa y tres hijos, haciendo la doble función de padre y madre. Yo era la mayor de los tres hermanos. Estaba en una edad en la que acusé tal vez con más fuerza el golpe que ellos. O no sé cómo lo sintieron ellos, pero para mí fue brutal.

Gran vacío

Tenía miedo, me preocupaba todo. El vacío que se creó en casa fue enorme y la situación económica empeoró de repente. En nuestro país cuesta conseguir trabajo y mi mamá tenía que sacar adelante a la familia, trabajando todo el día. A mí eso me partía el alma.

Dos días después de haber fallecido mi papi, empezamos las clases. Eran días en los que no me sentía bien, solo quería encerrarme en el cuarto y llorar. Sabía que había que seguir adelante, pero había días que no podía más, sentía que la vida nos estaba tratando mal y no veía la manera de salir de aquella situación.

Quitar la tristeza

Una mañana en el colegio una compañera se me acercó. Seguramente vio en mi rostro el reflejo de su propia tristeza. Ella también tenía problemas. Platicamos y ahí empezó todo. Seguimos comunicándonos y un día me dijo que ella tenía algo para quitar la tristeza.

De repente sacó un “shillet” (cuchilla de afeitar) y empezó a raspar en el brazo. Me invitó a que lo intentara, asegurándome que me sentaría bien. Probé y me gustó. Cada vez que tenía un problema me cortaba y sentía satisfacción, alivio al hacerlo. Cada vez que tenía un problema, me cortaba.

Caminos equivocados

Mis amigos se dieron cuenta de lo que estaba pasando y me dijeron que eso estaba mal, que había otras alternativas. Así, recuerdo que un día lunes salimos a molestar (divertirnos). Y en eso, ellos sacaron un porro y me dieron a probar. La verdad es que me gustó. Me hacía olvidar y todo era risa.

La cosa fue a más. Empezamos a fumar a diario. Yo comencé a robar dinero a mi mamá en la tienda que teníamos para comprar ese producto. Y eso también me hacía sentir mal, porque sabía que económicamente padecíamos muchas necesidades.

Fui a peor

Quise dejarlo, pero no fui capaz. Al contrario, fui a peor. En estos cinco años conocí a muchos amigos con los mismos vicios. Entonces empecé a salir más, a drogarme más, a tomar alcohol. Mi vida se fue descontrolando y me sentía sola.

Al cabo del tiempo, la gente se fue dando cuenta de mis acciones; pero no me ha ayudado. Solo me hacía sentirme peor. Comenzó a juzgarme crudamente y a hacerme sentir que mi vida ya no tenía solución. A veces solo pensaba en encerrarme para que nadie me viese fumar. Quería estar sola.

Mi vida un basurero

Mis hermanos se decepcionaron demasiado conmigo. Soy la mayor y esperaban otra conducta. Creo que llegaron a avergonzarse de mí, por mis acciones. Y ellos también a veces me hieren con sus palabras: drogadicta, alcohólica… Eso me hace mucho daño, cuando lo que necesitaba era que alguien estuviese a mi lado y que me dijese que todo va a estar bien y que saldré adelante; pero no…

Yo he querido seguir con los estudios. Me hacía mucha ilusión. En cierto modo, yo era afortunada, tenía techo, comida y ropa para vestir. Pero la adición siempre era más grande. Me levantaba y volvía a caer. Intente dejar ese mundo, pero mis amigos me buscaban y salíamos… y otra vez lo mismo.

Exceso de consumo de alcohol
Adicción al alcohol desde tempranas edades

Triste Navidad

En todo esto, la situación económica familiar seguía siendo muy mala. Mamá trabajaba muchas horas por un salario que no nos llegaba. Todos en casa consideramos que había que buscar una solución y mamá pensó en irse a trabajar fuera del país.

Recuerdo aquellas Navidades sin ella. Toda la semana estuve consumiendo y alcoholizándome. Sabía que todos iban a estar con sus familias, pero no era nuestro caso. Me sentí sola… y me aferré a la mariguana, fumando a diario. No sabía por dónde ir. Mi mente estaba más en los vicios que en los estudios.

Vergüenza

En una celebración hubo alcohol y baile. Me desfasé, según dicen, que yo no me acuerdo. Después me sentí avergonzada, me puse a llorar, me odiaba… Pensé en quitarme la vida, porque mi vida era un basurero.

A veces solo quiero ver a mi madre y pedirle perdón por todo lo que hago y por el daño que le hago a ella, porque es una luchona, que trabaja para que nosotros podamos estar bien y sufre porque ve que yo no consigo salir de esta situación. Ahora estamos lejos la una de la otra, pero espero al momento de poder pedirle perdón.

Nunca he pasado mucho tiempo con ella, ni siquiera cuando estaba en casa. Quiero abrazarla y decirle que la amo. Nunca se lo dije y ella cree que no la quiero. Nunca le mostré demasiado afecto. La verdad es que soy muy fría, como si no tuviese sentimientos. Pero quiero abrazarla y decirle lo que la quiero.

Luchar y vencer

En estos días he estado mal. El martes me puse a pensar en todo lo que he hecho. Caí de rodillas en mi cuarto y empecé a llorar. Me volví a sentir como un basurero. Mi vida está llena de errores y siento que solo soy un estorbo, que no encajo en ningún lado, que no tengo a nadie. Me siento en un pozo, pero sueño con el día de regresar victoriosa de este viaje por la tinieblas y quiero luchar por ello».

Finalmente, esta joven adicta al alcohol y la marihuama, comenta: «Espero seguir contándote de mi lucha y de cómo estoy decidida a vencer esta adicción al alcohol y la marihuana. Eso espero».

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