Las familias más pobres, por lo general, promedian una cantidad de hijos superior a otras de niveles socio-económicos más altos. Podríamos resumirlo en: muchas bocas y pocos alimentos en las casas de los pobres. En estos tiempos de coronavirus o Covid-19 se ha vuelto a manifestar con mayor visibilidad esa circunstancia, llegando incluso a generar comentarios en las redes sociales.
“No tienen qué comer, pero sí muchos hijos”, escribían algunos. Con ello, querían dar a entender los autores y autoras que esas familias deberían haber sido más responsables y no haber engendrado tantos hijos, sabiendo que se iban a encontrar con dificultades para poder alimentarlos.
No es culpa de los pobres
No podemos responsabilizar a las familias pobres de tener más hijos de los que son capaces de alimentar. Incluso muchos de esos niños y niñas pasarían hambre igual, independientemente del número de hermanos. En esos hogares, aun hoy carecen de formación y medios para controlar esta situación.
Por otra parte, el contexto social en el que nacen les afectará en lo sucesivo de un modo muy determinante, como exponíamos en este otro artículo: El lugar de nacimiento marca la existencia del niño.
Un pan debajo del brazo
Tiempos atrás, cuando la planificación familiar en el mundo no era posible, se decía: “un hijo viene con un pan debajo del brazo”. Entendemos que era una forma de consuelo que tenían las familias pobres, especialmente cuando la descendencia llegaba de manera continuada un año tras otro. Era su forma de resignarse cuando veían que su prole crecía más allá de sus posibilidades económicas.
Niños son futuro
Hay tres factores determinantes para que a día de hoy se siga repitiendo ese patrón de familias pobres con muchos hijos, lo cual, por otra parte, tampoco hemos de demonizar. Bastaría con darse una vuelta por las “ciudades balneario” de Europa -como las llamo yo, por ese ambiente de naftalina que se respira en ellas- para darnos cuenta de la vida que aportan los niños y lo decadente que puede ser una sociedad que huye de ellos.
Los pobres “ensucian” las estadísticas de los gobernantes
Non encontramos, en primer lugar, que los gobiernos, por lo general, no prestan la atención suficiente a los colectivos de familias más pobres. De hecho, no suelen darse cuenta de que existen más que en esos casos en los que les “ensucian” las estadísticas sobre índices de analfabetismo, desnutrición aguda, etc.
No se detienen a proporcionarles la información necesaria sobre planificación familiar. No ponen a disposición de las parejas jóvenes métodos para la prevención de embarazos no deseados.
La mujer y sus duras circunstancias
En segundo lugar, es difícil de creer que una mujer joven desee mantenerse en estado de gestación continuo desde los 18 a los 30 años, por poner un ejemplo. Si se encuentra en esa situación, hemos de admitir que las causas tienen que ser ajenas a ella.
Una la comenté antes: la pareja posiblemente no disponga información suficiente. Y sobre todo, esto ya como afirmación categórica, no puede acceder a técnicas o métodos para la prevención del embarazo o anticonceptivos.
Sometimiento
La tercera causa -tampoco infrecuente y bien dolorosa- es que la mujer debe someterse a la voluntad de su esposo también en materia sexual, sin opción a darle un no como respuesta. Y aun después, posiblemente, reciba amenazas físicas y psicológicas en el caso de quedarse embarazada.
Desatenciones y responsabilidades
En comunidades que históricamente se han visto abocadas a la pobreza, cabe hablar de desatenciones por parte de los gobernantes. Difícilmente se podrá responsabilizar a unas personas, familias, a las que nunca se les ha concedido la menor oportunidad de su situación marginal.
Las familias de las clases medias altas, por lo general, tienen pocos hijos; pero no por una cuestión de mayor responsabilidad, sino porque poseen más información y medios para planificar y controlar los embarazos. Esa es la diferencia.