El pasado miércoles fue el momento de ir remontando el río Hato hasta prácticamente los umbrales de la Sierra de las Minas virgen, en una experiencia muy gratificante. Subimos hasta donde prácticamente hay que entrar con machete en mano para poder abrirse camino.
Hablando de oídas
Era un deseo que se acrecentaba cuando divisaba esas montañas a lo lejos o me hablaban de aldeas escondidas en sus laderas escarpadas o en sus hondonadas y preguntaba por ellas. Los más me hablaban de oídas, pues, aun siendo naturales del municipio, nunca habían visitado las aldeas más altas de la montaña.
Hay que subir en picots, pequeñas camionetas con la caja de atrás abierta que hacen viajes regulares, aunque no llegan a diario a todas las aldeas; de ahí que cualquier vehículo particular que suba o baje hace las funciones de servicio público.
Se detienen a la señal de una persona al borde de la pista y hombres y mujeres suben rápidamente a la «palangana» del picot, a la caja de detrás de la cabina. Lo hacen con mucha rapidez, parece que casi pudiesen subirse con el vehículo en marcha. Se ve que para estas personas es algo habitual.
En la caja o palangana de la picot se carga tanto mercancía como pasajeros, siempre en números indeterminados, mientras haya un hueco físico en el que meterse o colocar un objeto. Para hacer el viaje a las aldeas más altas el vehículo necesita disponer de tracción a las cuatro ruedas, porque la pista en algunas zonas tiene rampas muy empinadas.
Puerta de Golpe
Puerta de Golpe es la última aldea a la que los habitantes de San Agustín Acasguastlán suelen llegar monte arriba, porque en el entorno son muy conocidas las pozas o piscinas naturales que a su paso por esta aldea forma el río Hato, muy adecuadas para el baño.
Yo también había oído hablar de Puerta de Golpe. Desde nuestra asociación colaboramos en una ocasión con el NUFEF Puerta de Golpe (un modelo de escuela rural), aunque las últimas noticas que nos llegaron es que ha cerrado o la han trasladado. Además, nos habían hablado de excursiones de infancia en familia a las pozas de Puerta de Golpe.
Un guía extraordinario
Mayor suerte fue que en este viaje contásemos con un guía extraordinario, don Fredy Oliva, cosechero y distribuidor de café pergamino, que tiene plantaciones de este producto en su aldea natal, Los Albores. Y hasta ella nos fuimos. Él conoce muy bien cada rincón de esta zona.
Según vamos subiendo, van apareciendo nuevas aldeas, pero siempre por sorpresa: a la salida de una curva o de un cambio de rasante. No es algo que divisemos a lo lejos. Por lo general, tampoco son grandes núcleos de población, sino casas dispersas asociadas por denominaciones como comunidad, aldea o caserío.
El Jute y Vado Ancho
Atrás van quedando Llano de Jesús, El Jute, Vado Ancho y volvemos encontrarnos con el río Hato en Puerta de Golpe. Cruzamos un puente sobre las mencionadas pozas para pasar de nuevo a la margen derecha.
Antes lo habíamos atravesado a la salida de San Agustín de derecha a izquierda, siempre visto desde el nacimiento a la desembocadura, en este caso, en el río Motagua en el lugar de Magdalena. El recorrido hasta los Albores es de poco más de 20 kilómetros y lleva realizarlo una hora y media.
Nos cruzamos con grupos de jornaleros que bajan por la pista. Eran las once de la mañana o poco más. Regresaban a sus casas. Nos comentó don Fredy Oliva que habían finalizado las tareas que para ese día se les habían asignado. No siempre sucede así. Hay épocas en las que serán contratados todo el día.
Frijol y maíz
Al llegar a casa deberán continuar con las faenas propias, por lo general, cultivos familiares de frijol y maíz en sus pequeñas porciones de tierra o milpas. Los niños se asoman al sentir el ruido del carro.
Desde Puerta de Golpe subimos ya continuamente. En todas las aldeas suele haber una capilla o una iglesia, de mayores o menores dimensiones, y por el camino se ven cruces misioneras, como marcando territorios de fe.
La religión, muy presente
Las personas en estos lugares suelen ser muy devotas e ir todas a misa, por eso, aunque la comunidad no parezca muy grande, la iglesia suele ser amplia y con muchos bancos, porque también en ocasiones “hacen celebraciones conjuntas distintas comunidades”, nos explica don Fredy.
Continuamos subiendo y superando las aldeas de Nanzal, a seguir de Puerta de Golpe, Chanrayo -la más grande de todas las comunidades del entorno- y El Cimiento.
Acercándonos al nacimiento del río Hato
Verdor, cielo azul y las perpetuas nubes grises o blancas en la cima de la montaña. El cauce del Hato se intuye muy abajo, al fondo de una profunda quebrada, oculto entre la vegetación. En ocasiones el coche (carro) se orilla del lado derecho y al mirar por la ventanilla siento la impresión de que me falta tierra bajo los pies. No quiero imaginarme lo que sería una caída por ahí.
Me pregunto también si me faltaría tierra bajos los pies si tuviese que vivir siempre ahí, si les falta a esas personas que se pasan meses sin bajar a San Agustín o si ese verdor, esa tranquilidad que se respira en esos parajes es suficiente para llenar todos los huecos de una existencia.
Piedra del Rayo
Es un pensamiento momentáneo. Seguimos subiendo. La Piedra del Rayo, que al principio se divisaba como una pequeña mancha entre el verdor, ahora se va haciendo más grande.
Este accidente en la orografía marca también con bastante aproximación el nacimiento de río Hato, que se forma unos “tres kilómetros más arriba, pero no de una única fuente, sino de varias”, nos comenta nuestro guía.
Aldea Los Albores
Al llegar a Los Albores -bonito nombre para una aldea alejada-, visitamos la casa familiar de don Fredy. Nos atiende su madre, doña María Hernández. Muy amable, nos obsequia con una refrescante limonada natural. De los árboles tomamos naranjas y mandarinas. Aún tienen la cascara verde, pero su sabor es ya agradable, con un punto de acidez que resulta ideal para calmar la sed de ese momento.
Don Fredy nos muestra el lugar donde hacen el “beneficiado del café”, una primera elaboración para quitarle la corteza exterior y dejarlo en “café pergamino”. Este, después de secado, es el que él comercializa, que a su vez tendrá que someterse al proceso de café oro y finalmente al del tueste.
Una entrada a la gruta Gruta en la Piedra del Rayo
Temperaturas agradables
La temperatura en Los Albores es muy grata, mucho mas suave que en San Agustín. Cuando don Fredy habla de reemprender el viaje de regreso, su madre dice: “Tan pronto”. A la mujer le gusta conversar, agradece una conversación diferente fuera del entorno habitual del día a día.
No pienso en si me falta tierra bajo los pies. Disfruto contemplando la hermosura del paisaje, la pureza del aire, las nubes guardianas del bosque nuboso…
Paso sobre el Hato Río Hato Río Hato en Los Albores
Una nueva sorpresa
Debíamos partir porque don Fredy nos tenía aún una nueva sorpresa, una visita al pie de la Piedra del Rayo y a las excavaciones o cuevas que se han formado en su constitución caliza. Solo un buen conocedor del terreno nos las podía mostrar. Subimos a pie paralelos al cauce del río Hato, que bajaba con sus aguas todavía puras, transparentes y cantarinas.
Avanzamos entre cafetales. El fruto está verde pero algunos granos empiezan ya a enrojecer, anunciando una cosecha no muy lejana. Por lo general a partir de diciembre, pero podría adelantarse. No tienen ese aroma característico e intenso del café. Don Fredy nos comenta que solo lo adquiere en el tueste.
La cueva de la Piedra del Rayo
Subimos a la cueva o excavación que la erosión y las filtraciones del agua han ido carcomiendo en la roca. Una bandada de murciélagos se alertó y salió volando cuando entramos en la cueva abierta en la roca. Nosotros nos sorprendimos tanto como ellos. Se fueron volando.
Cueva de la Piedra del Rayo
Por un momento tuve la tentación bromear con el lector/a y decir que mis compañeros de viaje: don Fredy, los redactores de InfantiaN Leslie Vargas y Bryanth Castro, y yo fuimos los primeros en pisar ese lugar.
Restos de plásticos
Independientemente de que don Fredy lo visitaba en su infancia, había otros signos de que no éramos los descubridores del lugar, como la cabeza de un puma pintada, esto podía considerarse arte rupestre, y también otras inscripciones del tipo: estuve aquí en… y la fecha (volví a recodar la sensación de la falta de tierra bajo los pies).
Pero lo más evidente de que la especie humana en su versión más moderna había estado allí eran los restos plásticos de desperdicios esparcidos por el suelo. Algo que resulta realmente desalentador.
Entre cafetales
Atravesamos una plantación de café en la Sierra de las Minas, que es tanto como decir uno de los mejores cafés del mundo, aunque otros tal vez resulten más conocidos.
En España a los menos entendidos en la materia nos vienen a la mente café de Colombia, café de Brasil… pero entre los tres primeros del mundo, dependiendo de la calidad de cada cosecha, suele estar siempre el café de Guatemala, y entre ellos, uno de los más selectos es de la Sierra de las Minas.
Mi idea de un cafetal o plantación de café era muy distinta, porque en realidad las plantas de café crecen aquí en la Sierra de las Minas en zonas escarpadas de las laderas del monte y tampoco están muy visibles, ya que cada cierta distancia se le intercalan árboles para que en verano le proporcionen sombra a la mata y le generen ese microclima que necesita.
La Piragua y El Carmen
También estuvimos sobre el manantial en el que nace el agua que abastece a Magdalena, la aldea donde el río Hato se hace Motagua. Si de los Albores siguiésemos subiendo, hacia la izquierda encontraríamos la aldea de La Piragua y hacia la derecha la del Carmén, las dos más altas dentro de la municipalidad de San Agustín Acasaguastlán.
Hacia el norte, donde acaba la zona cultivable de esas aldeas, comienza la zona virgen de la Sierra de las Minas, allí a donde el hombre solo se adentra excepcionalmente.
Fue una excursión rápida, pero espectacular en la que fuimos remontando el río Hato hasta la Sierra de las Minas, en sus límites con la zona virgen.