Mitos y leyendas de Magdalena y San Agustín Acasaguastlán

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Todo lugar tiene sus mitos y leyendas y Magdalena, en el municipio de San Agustín Acasaguastlán, no constituye una excepción. He aquí un ejemplo de dos historias que se cuentan en nuestro pueblo de generación en generación. En esta ocasión son dos los relatos que voy a referir sobre Mitos y leyendas de Magdalena y San Agustín Acasaguastlán.

Los judíos viajan hasta Magdalena

Eso se cuenta, que los judíos viajan hasta Malena. Como también se dice que ellos vienen solo para darnos a piedrazos cuando nos mantenemos en comportamientos tercos y necios. 

Haciendo memoria, este es uno de los relatos que nos contaba el abuelo Agustín de pequeños, a esa edad de diez a doce años cuando nos crea miedo y curiosidad saber acerca de La Llorona y El Sombrerón*.

Voz grave y misteriosa

Con voz grave y algo misteriosa, el abuelo nos contaba a los nietos sobre Mitos y leyendas de Magdalena y San Agustín Acasaguastlán. Nos decía que en vísperas de la Semana Santa estaba prohibido ir a pescar en el pueblo; pero precisamente en esos días la pesca proporcionaba un poquito de dinero que les venía muy bien a los pescadores para ir a comer algo durante las procesiones que en aquel entonces se celebraban mucho en mi aldea. Ni que decir tiene que estos hombres se ponían necios y hacían caso omiso a las prohibiciones.

Uno de los cerros desde los que supuestamente los judios velaban la prohibición de pescar en Semana Santa

Noche de pesca

Cuando en esas fechas iban a pescar por las noches, dormían en la playa esperando a que llegase la hora de la pesca. Todo transcurría plácidamente hasta que se ponían a la faena en el río. En ese momento, misteriosamente eran apedreados, mientras en el silencio de la noche se podían escuchar claramente voces en un idioma distinto al español. El apedreo era tan intenso que los necios pescadores tenían que volver a casa antes incluso de haber podido echar sus aparejos al agua.

Gritos procedentes del cerro

Cuenta mi abuelo que él mismo lo vivió en sus propias carnes, de lo cual fue testigo mi abuela Juventina. Ambos aseguraron a sus nietos que una noche que salieron a pescar en esa fecha de Semana Santa, escucharon gritos y voces procedentes del alto de los cerros próximos al río, situados a un costado de la playa, y que a continuación les aventaron piedras, forzándolos a regresar apresuradamente a casa.

La leyenda dice que eso sucedía porque los judíos tenían el encargo de cuidar que nadie pescara en ese tiempo de Semana Santa. Aunque mi abuelo sostiene que “a saber qué pícaro lo hizo por molestar”.

Calzones anti-mitos y El Sombrerón

En nuestro pueblo se dice: “Si algo te asusta colócate los calzones al revés para que haga de escudo anti-mitos”. También se recomienda que los calzones no estén rotos, porque en ese caso no serán un buen escudo. De su efectividad no sabemos, pero eso es lo que dicen los mitos y leyendas de Magdalena y San Agustín Acasaguastlán.

Muchas veces escuché a mis abuelos relatar esta historia en las noches. Solíamos sentarnos a su alrededor ávidos de oír de su boca una y otra vez estas historias, que, por otro lado, nos daban algo de miedo. No dudábamos de que eran verdaderas, aunque bien podrían ser fruto de la fantasía popular; no obstante, el lector/a podrá juzgar por sí mismo/a.

Escondite perfecto

El abuelo contaba que ellos solían jugar por las noches a las escondidas con otros niños vecinos. Según decía, toda la aldea de bajo era el escondite perfecto. Algunos niños, en su afán de no ser encontrados, bajaban hasta el río, otros trepaban a los árboles y algunos iban a ocultarse en la escuela o en las casas.

El juego –como todo juego del escondite- consistía en que el buscador contaba del uno al cien con pausa y en voz alta. Mientras contaba, los otros niños se escondían. Los buscados se tenían que esconder muy bien; al primero en ser encontrado le tocaba buscar en la siguiente vuelta, a menos que fuese salvado por otro compañero, agarrando una botella de plástico llena de piedras, y dijese las palabras mágicas: “Salvo a todos mis compañeros”.

El buscador tenía que ser muy astuto e ir buscando desde donde estaba la botella en el suelo hasta los últimos rincones, minuciosamente. La vez se acababa cuando los encontraba a todos. Si eso sucedía y nadie los salvaba, el juego se repetía y le tocaba buscar al primero en ser descubierto. 

El Sombrerón*

Volviendo al cuento chino, como decimos acá para volver a la conversación anterior, mi abuelo comento que mientras una vez él se escondía, a la par lo hizo un niño que tenía botas y un sombrero muy grande. Él se hizo la idea de que era un compañero de juego. Por fortuna, como sabía lo del calzón al revés, él ya lo cargaba puesto de tal manera. Ambos estuvieron bastante tiempo agazapados en su escondite.

Mi abuelo le hablaba al niño, pero este, con la cabeza siempre agachada, no respondía. Finalmente mi abuelo, observando un poco más detenidamente, descubrió una guitarra a la par de su compañero de escondite, que no era un niño de la aldea, sino un hombrecito. Entonces se dio cuenta de que estaba sentado al lado del Sombrerón.

Calzoncillo del revés

Salió huyendo y llorando hacia su casa a contarle a su mamá lo que le había sucedido. Y dice que esta le pego para quitarle el susto y que le reviso si tenía al revés el calzoncillo. Cuando comprobó que era así, se sintió aliviada.

Al parecer, en un tiempo pasado poca gente en la aldea se libraba de la visita del Sombrerón. Mi abuela, según cuenta, una vez mientras dormía no sintió nada raro, pero al despertar a la mañana siguiente se percató de que tenía una trenza muy hermosa y muy bien hecha, sin ningún pelo suelto. Todo parecía indicar que había sido cosa del Sombrerón. Pero ella no se alteró, se quieto la trenza y dejó el tema en el olvido.

*El Sombrerón

Entre los mitos y leyendas de Guatemala (y algunos otros países de Latinoamérica) se encuentra El Sombrerón, personaje de corta estatura, vestido de negro, que luce un enorme sombrero y viaja en una mula, acompañado siempre de su guitarra. Trata de enamorar a las mujeres con sus serenatas y trenzándoles cuidadosamente el pelo en la noche.

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