Cada año se destrozan en el mundo espacios naturales únicos. Este que nos ocupa lleva camino de ser uno de esos casos. Me refiero a la Playa de Lapamán o Praia de Lapamán, situada en Cela, municipio de Bueu (Galicia – España). La playa de Lapamán es uno de los rincones marítimos más bellos que podamos encontrarnos. A pesar de estar ubicada en un entorno densamente poblado como el de la ría de Pontevedra es (era) un espacio naturaleza 360.
Hay playas que tienen vistas hacia el mar, con espléndidas panorámicas marinas y puestas de sol; pero solo unas pocas, fuera de los lugares remotos del planeta, ofrecen una visión natural 360 grados. Son espacios naturales privilegiados cada vez menos frecuentes, porque el ‘desarrollo’ urbanístico y el ‘progreso’ van acabando con ellas.
Lapamán es (era) otro concepto de playa
La playa de Lapamán es (era) otro concepto de playa, uno de estos espacios naturaleza 360, que nos envuelven totalmente en un giro completo al rededor nosotros mismos. Sin embargo, se está destrozando de manera inexorable. Cuesta entenderlo en estos tiempos.
Lapamán no era una playa como las de su entorno, pongamos por caso: Porto Maior, Aguete… ni tampoco A Banda do Río, Silgar (Sanxenxo) o Samil (Vigo). Era algo diferente, algo especial. Lapamán era una playa virgen, de aspecto semisalvaje.
Estas cualidades, que la hacían distinta, se han venido destrozando en gran medida desde mediados del pasado siglo, luego se contuvo un poco esta degradación, pero parece ser que ese factor diferencial se va a aniquilar definitivamente en los comienzos de este.
Cultura de apego a la tierra
Si fuésemos un pueblo con una cultura de apego a la tierra, Lapamán y, muy en especial, Muíño Vello y la playa de Covelo serían una especie de lugares ‘sagrados’ o de culto en los que pisaríamos con sumo que cuidado. Lugares de protección medioambiental absoluta. Pero en lugar de pisarla con cuidado la pisoteamos.
Bisturí en lugar de motosierras y excavadoras
En un entorno tan especial como el conjunto costero de Lapamán habría que actuar con bisturí y pulso bien firme para que las incisiones fuesen muy precisas y afectando a lo estrictamente necesario. Sin embargo, se está haciendo con motosierras, palas excavadores y hormigoneras. Resulta muy doloroso comprobar semejante situación.
Playas, isla y cala del entorno de Lapamán
El muy singular espacio costero natural de Lapamán va desde la Praia do Santo do Mar o Praia A Coviña, en el extremo norte, hasta la punta del Monte do Cistro* o Sistro en el sur.
*Nosotros le llamábamos Monte do Cistro, aunque, dada la tendencia en Cela al ceceo, podría ser también Monte do Sistro. En la actualidad le llaman Monte do Xistro, con x, que también nos vale.
En este marco privilegiado nos encontramos: Praia do Santo do Mar o A Coviña, Illa do Santo –estilizada por las corrientes marina y los vientos, con los restos de una pequeña ermita en la que décadas atrás se celebraba la fiesta de San Dego-, Praia de Lampamán, propiamente dicha, y Muiño Vello. Con la marea baja, los arenales de todas estas playas se unen en uno solo. Y remata este conjunto con la pequeña y muy bella Praia de Covelo.
La playa con la arena más fina del mundo
Hay una serie de características que hacen muy singular la playa de Lapamán. Una de ellas es su arena blanca y fina. La más fina que nosotros hayamos podido ver. No es que haya viajado mucho, pero -en lo que he podido apreciar en muy diversos lugares de distintos continentes- no he encontrado nunca playas con arenales de textura tan fina.
Muiño Vello, paraíso ‘escondido‘
Otra cualidad que la hace (hacía) aún más excepcional en su entorno era el aspecto ‘semisalvaje’ que presentaba. Esto se apreciaba de un modo muy especial en Muiño Vello (extremo sur de este arenal de la margen izquierda de la ría de Pontevedra). Un pequeño paraíso ‘escondido’.
Girábamos sobre nosotros mismos y encontrábamos el azul turquesa el mar, el azul claro del cielo, el blanco de la arena, el blanco impoluto de las espuma y un verde ‘jungla’. No es exagerado hablar de verde jungla, porque la naturaleza en este privilegiado lugar crecía sin intervención de la mano humana. Todo ello, al son acompasado de un oleaje constante. Eso lo podíamos encontrar dentro de la ría de Pontevedra, sin necesidad de viajar a un lugar remoto y despoblado del planeta.
Praia de Covelo
Como colofón a tanta belleza natural y, prácticamente virgen, está la pequeña playa de Covelo, una cala, encantadora, celosamente resguardada por un sistema rocoso que la separa de Muíño Vello y que continúa al pie del Monte do Xistro hasta llegar a Porto Maior. Covelo también es una cala amenazada.
Obra milenaria de la naturaleza
Un lugar de estas características no se forma porque sí. Tienen que darse una serie de circunstancias excepcionales para que pueda surgir y es un trabajo de siglos -milenios, incluso- de los agentes meteorológicos: oleaje, lluvia, viento… y de las características del terreno. Por eso, duele más que se esté destruyendo definitivamente.
Cincel de las olas
El oleaje es una de las peculiaridades de la playa de Lapamán a pesar de estar en el interior de la ría; es decir, supuestamente muy protegida. A poco que haya algo de brisa, se levantan olas que baten continua y acompasada en la arena un día y otro, un siglo tras otro, hasta hacerla muy fina y, además, de una exquisita blancura.
Ese oleaje se produce porque el arenal se encuentra situado frente a las bocas de las islas de Ons y Onza, entrándoles directos los vientos y las corrientes de agua del Atlántico. Las olas cincelaron la costa y la roca con excepcional maestría y mucha paciencia. Duele ver como se destruye con cemento, excavadoras, motosierras y hormigoneras.
Barreras naturales salvaron durante siglos este arenal
Las barreras naturales -formadas por el mar, la lluvia y el viento- salvaron durante siglos a este extraordinario arenal de su desaparición o de su homogenización (léase también vulgarización); pero todo hace pensar que no superará el primer cuarto del siglo XXI.
Sólidos bastiones
Illa do Santo, Monte de Picó -por el extremo norte y dentro del término municipal de Marín- y Monte do Xistro -por el sur, ya en el municipio de Bueu- forman unos sólidos bastiones que enmarcan y protegen a Lapamán y al conjunto de sus playas.
La acción paciente del agua escarbó en la tierra y logró levantar unas excepcionales barreras naturales -altos barrancos y pequeños acantilados-, que le permitieron mantenerse aislada durante cientos de años. Y las lluvias abundantes crearon, además, frondosas pantallas de vegetación que eran difíciles de atravesar. Por eso, cuando otras playas de su entorno eran invadidas por los turistas, Lapamán, por su menor accesibilidad, lograba conservar un estado semisalvaje.
En la imagen de arriba, vemos pequeños acantilados que hicieron bastante difícil el acceso a la playa de Muiño Vello por tierra. En las fotos de abajo, se aprecia como un manto de vegetación sobre una empinada ladera hace las veces de pantalla natural.
Símbolo de libertad
Lapamán no era solo un arenal donde poder extender la toalla al lado del mar para tomar el sol, era un espacio naturaleza 360, otro concepto de playa. Un símbolo, incluso, de libertad, hoy en fase de descomposición.
Ni palmeras ni jardines versallescos
En la primera de las tres imágenes que siguen, vemos un sistema rocoso que hace funciones de protección y en las dos que se publican a continuación podemos ver dos muestras de las exuberantes pantalla naturales que nos permiten imaginar remotos lugares del planeta y que aún se conservan en Lapamán y Muíño Vello. Así es como debería continuar, inalterable en todo el perímetro y en un ancho de al menos 20 metros. Pero en Lapamán quedan ya menos de cien metros. El resto ha desaparecido.
Se deberían descartar ‘grandiosas’ ideas para Lapamán
En este espacio natural no cabe dejar correr la imaginación con ideas más o menos ‘grandiosas’: palmeras, macetas, paseos enlosados, jardines versallescos o barrocos, por bonitos que puedan ser, pero en su entorno. Habría que seguir dejando que la naturaleza continuase expresándose con libertad, como hizo durante siglos, y entrar solo con bisturí o, como mucho, con sierra de mano para retirar la vegetación muerta.
Hubo un tiempo en que todo era naturaleza, en que Muíño Vello era un pequeño paraíso escondido. Eso se está destruyendo a pesar de tantas leyes de Costas, de Espacios protegidos y una supuesta ‘sensibilidad medioambiental’.
Muiño Vello, antes inaccesible
El modo habitual de llegar a Muíño Vello era a través de la playa de Lapamán. Los bañistas, por lo general, se quedaban en el primer arenal -más próximo a la salida- y no caminaban hasta el fondo, hasta Muíño Vello, que podía tener el acceso cerrado con las mareas vivas durante varias horas al día.
Por eso, estuvo siempre menos frecuentada y fue siempre como más salvaje. Fuera de la temporada estival, el espíritu de Robinson Crusoe -con un poco de imaginación, especialmente aquella de nuestros años infantiles- podía aflorar en el visitante.
Solo al fondo de la playa había un empinado sendero por el que accedían los habitantes de la zona que lo conocían y que hoy está cerrado. También existía un pequeño manantial que ha desaparecido con las obras actuales.
Suerte puede dura siglos, pero no una eternidad
La suerte puede durar siglos, pero no una eternidad y Muíño Vello, como antes, Lapamán camina hacia la vulgarización; es decir, hacia su desnaturalización y, en cierto modo, hacia su destrucción como concepto de playa singular.
Historia de un destrozo
A principios de los años sesenta (siglo XX) o quizás a finales de los cincuenta -por el extremo norte, lindante con el Monte de Picó y la Praia do Santo-, empezó la construcción de chalés en la playa de Lapamán. Eran tiempos supuestamente muy distintos. El tema medioambiental no preocupaba en exceso y aquello se consideraba incluso un signo inequívoco de progreso.
Lo sorprendente es que con tanta ley de Costas, tanta ley de Espacios Naturales Protegidos y con tanta ‘sensibilidad medioambiental’ hayamos llegado a la situación actual, donde media playa de Lapamán limita ya con cemento y piedra de cantería. Y en Muiño Vello se están llevando a cabo transformaciones dolorosa.
Evolución del destrozo
Desde el extremo norte fueron añadiéndose nuevas construcciones, sorteando la ley no sabemos de qué modo, porque muchos nativos de Cela encuentran más dificultades para construir a 300 o 400 metros de la costa. Y lo que era un lugar costero privilegiado se están convirtiendo en una vulgaridad más.
Caprichos
La cosa es más o menos así: un día alguien se acerca a Lapamán, mira las impresionantes vistas sobre la ría, sin bajar la arena, y dice: «Estas son para mí». Llega el último y se coloca el primero: construye su chalé que va usar dos meses al año. Se entiende que con el visto bueno de las autoridades. Si hubiese pisado el arenal y se hubiese girado tal vez se habría dado cuenta que estaba contribuyendo a destruir un espacio naturaleza 360.
Siempre ganaba Lapamán
Algunos paseamos las indescriptibles sensaciones que la playa de Lapamán nos aportó en nuestra infancia, por aquellos lugares a los que nos llevaron nuestras vidas. Buscábamos comparaciones y siempre ganaba Lapamán. Tenía algo diferente: eso que se ha ido destruyendo y va camino de la aniquilación total.
Por respirar de nuevo esas sensaciones, cada vez que regresaba, no tenía inconveniente en caminar 15 minutos hasta la playa en cualquier época del año -casi prefería fuera de la temporada estival-, cualquier cosa menos tocar el incomparable marco de Lapamán, que han destrozado con toneladas de piedra, según dicen para contener las tierras (!).
Dónde está el beneficio de tamaña destrucción
Si lo vemos con frialdad, no más de doce construcciones crearon un impacto enorme en el paradisíaco entorno de Lapamán y Muíño Vello. Para Cela y Bueu la aportación económica de estas viviendas -cerradas 10 meses al año- es prácticamente cero. Nada comparable con el impacto paisajístico en un lugar tan privilegiado. Insistimos que en este caso las culpas hay que repartirlas, pues las administraciones fueron cooperantes necesarias en esta destrucción.
Desembarco en Muiño Vello a tropel
Todas las construcciones en la primera línea de playa tienen su acceso particular a la playa. Cabe preguntarse si a un parque público o parque natural -como bien podría catalogarse una playa- puede acceder cada uno por donde le dé la gana, a tropel, o habría que obligar a usar exclusivamente los accesos comunes.
Acceso solo por senderos comunes
Del mismo modo que un particular delimita su finca con barreras y coloca el cartelito de propiedad privada, la Administración puede hacer lo propio con un espacio público natural amenazado. Se hace en Samil, en Nerga y en infinidad de lugares. De este modo, se neutralizan todas las entradas privadas y la proliferación abusiva de ellas, limitando los accesos a los puntos comunes, como sería lo lógico. Si el acceso a la playa se tuviese que hacer por lugares de paso comunes, la fiebre de la primera línea de playa desaparecería de inmediato.
Muíño Vello, una playa ‘privada‘
Como se ha comentado, el acceso a Muiño Vello se queda interrumpido muchas veces con la subida de las mareas, especialmente las mareas vivas. La única senda que utilizábamos los particulares -los nativos de la zona, por lo general- ha sido cerrada. ¿Puede uno servirse de lo público sin dar servicio?
Múltiples accesos particulares
Sin embargo, los accesos privados han proliferado de un modo muy llamativo. Y bien visto, cabría deducir que esas escalinatas, en la mitad de su longitud, al menos, se sitúan en terreno público. Y hay que volver a preguntarse si a un parque natural -una playa, por ejemplo- puede entrar cada uno por dónde quiere o hay que usar los accesos comunes.
La picaresca como argumento
Sortear la ley es casi un deporte. Actualmente se están construyendo grandes muros de contención -accesos encubiertos a la playa- con el ‘pícaro argumento’ de que las mareas se llevan la tierra. En este sentido hay constancia de que en 60 años, el mar no se había llevado un centímetro de tierra en Muiño Vello. Un ejemplo era el manantial que brotaba en la arena pegado a la barrera natural y que siguió en su sitio -a la misma distancia de pantalla de contención- hasta que las obras actuales lo hicieron desaparecer. No, no se estaban llevando las mareas las tierras.
No, no se pueden contener las tierras en un entorno natural -en el caso de que esta necesidad fuese real- con toneladas y toneladas de cemento y piedra de cantería. Hay que ser muy respetuosos con el entorno y generar barreras naturales. En ese caso, sería preferible permitir construir una pequeña vivienda unifamiliar. El impacto y el destrozo serían menores. ¿Qué se quiere decir con que está prohibido actuar en los 200 metros próximos a la costa si se permiten estas cosas? Y tal vez el propietario sea menos culpable que la Administración en este caso.
Otras razones detrás
Evidentemente, nadie emprende una obra tan colosal como la de Muiño Vello si no hay un interés detrás. No era necesario tan faraónico despliegue para contener unas tierras que ¡no se han movido en 100 años! Como constatación -hay que volver a insistir-, el comentado manantial desaparecido, que conocieron nuestros abuelos, nuestros padres, nosotros, nuestros hijos, pero ya no las nuevas generaciones, en el mismo sitio, sin moverse un centímetro.
Dicen que las obras son para un «chiringuito», para poder tomarnos una cerveza en primera línea de playa. Para eso no haría falta destrozar Muiño Vello, bastaría con irnos a Beluso, Aguete, Silgar, Samil… etc., etc. Incluso en Lapamán hay un establecimiento de hostelería de años. Duele ver cómo se destruye Muiño Vello con tan débiles motivos.
El final de obra milenaria
El futuro de la Praía de Covelo también podría estar amenazado. Nos hemos empeñado en corregir con motosierras, excavadoras y hormigoneras una grandiosa obra milenaria realizada por la naturaleza en este rincón privilegiado de la ría de Pontevedra.
Ensanche del acceso a Lapamán
La playa de Lapamán camina a toda velocidad hacia el ‘progreso’. La Administración también está ensanchando la carretera de acceso a la playa. Entendemos que se construyan accesos adecuados, pero ajustados al entorno y siempre que no inviten a más cemento en el marco incomparable de la playa de Lapamán. ¿Es necesario llevar el coche hasta la misma playa cuando eso supone una brusca alteración de un entorno natural único?
Un único derribo
Entre tanta construcción, un derribo. Curiosamente, el antiguo garaje de Freire, un símbolo de la automoción de la Península do Morrazo de los años sesenta. Resulta, cuando menos, paradójico. Parece ser que es lo único que estorba. Nos quedamos sin motivos para el optimismo.
A InfantiaN le preocupa la naturaleza, por lo que trata de alertar sobre su degradación, voluntaria o no. Recientemente nos referíamos a la contaminación del Río Motagua en Guatemala y hoy nos alertamos de los ataques contra la naturaleza en cualquier parte y, en especial, en aquellas que nos quedan cercanas, ya sea físicamente o en el afecto.