No es mi intención entrar en cuestiones políticas, pero sí en las sociales, porque afectan a muchas personas y, por lo general, negativamente a las más débiles. A día de hoy, los países y regiones punteras del planeta – China, EEUU, Reino Unido, Rusia, Japón, Europa…- están ya en una gran carrera por tomar la delantera en la salida de la crisis del coronavirus o Covid-19. Para ese momento, quieren tener en sus manos el timón de un mundo en el que sobran ideologías y faltan valores.
Los países débiles siempre la peor parte
En esa lucha, los países económicamente más débiles siempre se llevan la peor parte. Por lo general, hacen de despensas de los grandes mercados. De ellos se extrae la materia prima para la exportación. En destino se ponen a la venta directa o se elaboran, para devolver los excedentes a origen a unos precios inaccesibles para la inmensa mayoría de una población, que no tiene acceso a una alimentación y educación adecuadas.
Ideas de la cuarentena
Al nivel de la calle también se aprecia una inusitada inquietud en estos tiempos de coronavirus. Si hacemos caso a la prensa y a las redes sociales, se percibe en la población confinada gran efervescencia, una excitación poco habitual por poner en práctica cuanto antes las ideas engendradas durante la cuarentena. En ese sentido, es posible que el mundo no retroceda tanto, que pronto vuelva a alcanzar el ritmo que traía o incluso a meter una marcha más.
Mucho tiempo para pensar
Nunca tantos habían tenido tanto tiempo para detenerse a pensar. Anticiparse al futuro siempre fue una buena receta para el éxito. La gente ve en los cambios nuevas oportunidades. Oportunidades que quiere traducir en éxito empresarial y en fama. O incluso los hay que, de no alcanzar eso, se conforman con llegar a ser al menos rey o reina por un día en las redes sociales.
Materialismo, frivolidad, vanidad…
Las novedades que puedan aparecer y que, de seguro aparecerán, en cierto modo van cambiar algunos de nuestros hábitos, de nuestros horarios; pero el mundo, en lo fundamental, seguirá en mismo rumbo, el que marcan el materialismo, la frivolidad y la vanidad.
Un materialismo que siempre genera egoísmo, una frivolidad que elude el compromiso y una vanidad que genera ciudadanos de primera, segunda o tercera; pero no económicamente, sino como personas. Eso sí, igualadas cada cuatro años por el derecho al voto, allá donde impera un sistema democrático. En consecuencia, poco o nada nuevo cabe esperar después de la crisis bajo el sol, más allá de un mundo en el que sobran ideologías y faltan valores.
Cambios superficiales
Las ideologías son unos grandes maquilladores de los valores. Una capa de barniz que provoca cambios superficiales, pero incapaz de aporta las grandes soluciones que la humanidad necesita.
Poder, dinero, popularidad…
Después de coronavirus podremos esperara cualquier cosa, pero no un mundo rearmado en valores. No podremos esperar un mundo en el que los que están abajo, el día que gobiernen, vayan a tener una conducta diferente a los que hoy se encuentran al mando, pues, por más que pretendan diferenciarse por sus ideologías, las sociedades actuales beben de los mismos «valores»: poder, dinero, popularidad…
Entre los de arriba y los de abajo, por lo general, la única diferencia está solo en la distancia o la determinación para subir y las circunstancias: la base de la pirámide es amplia y caben muchos, y la cúspide, estrecha. La escalera para subir puede ser de diversos tipos.
Mismas inquietudes y distinto barniz
Fuera de eso, los de arriba y los de abajo se moverán básicamente por las mismas inquietudes, las mimas ambiciones. Los modelos sociales son pobres y los valores no se usan en estos tiempos de inmediatez y prisas. Por eso, en la pirámide veremos siempre individuos intentando subir a la cúspide e individuos intentando no bajar de ella, o descender lo más despacio posible, con la misma carga de valores y distintos barnices.
Nada cambiará porque los valores son muy similares, maquillados por principios ideológicos de bajo perfil: más deuda, menos deuda, más o menos impuestos directos o indirectos… y la promesa del estado de bienestar. En el mundo sobran ideologías y faltan valores. Después del Covid-19, difícilmente veremos una nueva primavera.