Después de no pocas peripecias, logramos plantarnos al pie de una masa rocosa cuyas dimensiones no apreciábamos bien por la baja perspectiva que teníamos, pero no dudábamos de que habíamos llegado a la Peña del Ángel en el corazón de la Sierra de las Minas a 2500 metros de altitud. Coordenadas de la Peña del Ángel: -coordenadas de su ubicación:15.08414320031851, -89.95364969465534-,
Las alas del ángel
En realidad, nos encontrábamos al pie de una de las dos alas del ángel, porque, según cuentan, en un principio había tres moles rocosas que simulaban un ángel con sus alas. La roca central, la más voluminosa y que imitaría el cuerpo del ángel, se desplomó al vacío por los efectos de las lluvias y de los vientos, en ocasiones huracanados; así como del último gran terremoto.
Dicho de otro modo, un día el ángel voló dejando allí sus alas, tal vez para sostener el mundo, porque en ese punto la tierra se eleva hasta rozar con el cielo.
Actividad de cierto riesgo
Nos quedaba encaramarnos a lo más alto de la roca. Para avezados montañeros, con calzado adecuado, la tarea seguramente resultaría fácil con la ayuda del tirante de acero existente, dispuesto para poder agarrarse en la ascensión. Aunque la mayoría de nosotros buscamos otra opción, tomando las oportunas precauciones, porque, aun por las caras más accesibles, la pendiente es de vértigo.
Todos subimos y al instante quedamos prendados de la majestuosa panorámica que se divisaba en 360º. Había que moverse con bastante precaución porque al mínimo error nos podíamos despeñar al vacío. Desde luego no es un lugar para personas que padezcan vértigo.
La cara que mira a occidente es una pared vertical que parce estar situada a medio camino entre el cielo y la tierra. Quise asomarme un poco por encima de unas florecillas que crecían en el borde, pero solo pude divisar una tupida masa arbórea en el fondo de una profunda y extensa hondonada. Sentí que me faltaba tierra bajo los pies.
Pequeña gruta
En la parte superior de la roca, los agentes atmosféricos han horadado una pequeña gruta. Esto deja al descubierto su naturaleza calcárea, menos consistente que la granítica, y advierte de la protección que necesitaría este extraordinario lugar en caso de visitas masivas. La boca lateral de esta gruta -la más amplia- se abre al vacío en la pared vertical.
Allí estábamos posados sobre una de las alas del ángel. A unos 200 o 300 metros frente a nosotros estaba la segunda; pero podía ser también el cuerpo estirado de un pájaro que pretende beber de las nubes, o la proa en un barco queriendo emerger de las profundidades del gran océano verde que recrea la exuberante vegetación. También podían ser las alas que hacen volar la imaginación, especialmente alto en ese lugar.
Las alas del mundo
En nuestro interior brotaba el deseo de tomar prestadas aquellas alas y volar raso sobre las copas de los árboles, acompañando a la niebla que entraba y salía por la cima de las montañas más lejanas; volar alto a través de los espacios pasados, presentes y futuros del tiempo, tantos siglos detenido en aquel lugar. El ala de piedra se volvía ligera como el viento y llevaba lejos nuestra imaginación. Era fácil en el fantástico lugar de la Peña del Ángel.
O quién sabe si no estábamos también sobre las alas del mundo. Alas que surgen desde las entrañas de la tierra para sostener las montañas y mantenerlas elevadas, sin dejar que se caigan al nivel de lo cotidiano.
Alas del mundo que logran sostener en las alturas escenarios solitarios y únicos; pero alas, en todo caso, frágiles dentro de pétrea su robustez, que si no las ayudamos no podrán mantener por sí solas estos escenarios vírgenes. Lo hemos visto en la historia de don José Carlos Méndez, la historia de una vida consagrada a conservar este lugar en su estado natural.
Selfies
Ese deseo de volar de algún modo lo sentimos todos. Yo lo identifico con el de las jóvenes compañeras de expedición de hacerse, en un momento determinado, un selfi un poco más al borde, como queriendo tocar el abismo. Un arriesgado deseo interior de volar, pues al menor tropiezo había una posibilidad clara de despeñarse al vacío. Aunque todo el grupo mostró una gran cordura y, como decía en un artículo anterior, una firme determinación para subir a la Peña del Ángel.
Para que una excursión, una fiesta, sea buena, necesita una condición absolutamente indispensable: acabar bien. Lo decimos para todas las personas que puedan visitar ese bello lugar, en particular; y en general, cualquier otro que entrañe cierto riesgo.
Posibilidad de pernoctar
La nuestra fue una visita de una sola jornada y gran parte se nos pasó en el camino. Habría que permanecer más tiempo para ver amanecer, oscurecer, llover… para sentir el silencio, la soledad, el canto de los pájaros, el rugir del viento…
Los buenos amantes de la naturaleza tienen la oportunidad de hacerlo, porque un poco más arriba, a unos 2600 metros de altitud, hay un grupo de cabañas acondicionadas para poder pernoctar.
Condición física
La actividad no requiere una condición física especialmente atlética. Nosotros nos encontramos con una situación bastante adversa, que nos obligó a caminar posiblemente más tiempo del previsto, después del esfuerzo de haber tenido que colaborar en las labores de limpieza del camino.
Pero en tiempo seco, los carros pueden subir bastante arriba, con lo que el tramo de caminata a pie será menor. La otra condición es no padecer vértigo para poder disfrutar de la panorámica desde encima de la Peña del Ángel o las alas del mundo en la Sierra de las Minas
Viaje desde San Agustín Acasaguastlán
Cualquier persona o grupo interesado en realizar una excursión a la Peña del Ángel puede alquilar un vehículo todoterreno en San Agustín Acasaguastlán para que los suba, siempre contratándolo con la debida antelación.
También compañeros de nuestra expedición como Edgar Benjamín Méndez los podrán asesorar perfectamente en todo lo necesario para poder vivir una experiencia realmente excepcional y pernoctar en las cabañas.
Señalar, por último, que este viaje forma parte de un relato que se completa con otros dos artículos anteriores:
Subiendo a la Peña del Ángel en el corazón de la Sierra de las Minas (parte I)
Subiendo a la Peña del Ángel: la aventura fascinante del viaje