Es posible que, como guatemalteco/a o en una visita turística por Guatemala, tomes la muy recomendable decisión de ir a conocer el sitio arqueológico de Quiriguá, en la municipalidad de Los Amates, departamento de Izabal. En ese caso, te diremos: ¡Camina descalzo/a por las verdes praderas de Quiriguá!

Cuando llegamos a un lugar de esta naturaleza, nos hacemos distintas preguntas o tratamos de medir la relevancia del hallazgo por el número de piedras o la altura de los monumentos. Todo eso está bien y es casi inevitable. Pero al llegar al campo de las estelas, sentí el deseo de caminar descalzo por sobre su verde hierba.
Caminé descalzo
Caminé descalzo sobre el verdor intenso de la pradera del campo de las estelas de Quiriguá, queriendo sentir el contacto con la tierra, con las raíces de la civilización maya, con los cimientos de la humanidad… En lugares como ese, tengo la sensación de que una extensa red capilar discurre bajo el manto verde para regar las raíces de la hierba de la pradera con la sangre de la historia.
Me abstraigo un poco de la realidad del momento y veo, atrás en el tiempo, personas en movimiento, construyendo sus templos, su patios de juegos, piedra a piedra, para su vida diaria, sus ritos y sus evasiones. También como un mensaje que quiere trascender.
Lo demás, en ese escenario, es una composición hermosa de piedra oscura, de verde perenne y cielo azul, moteado por lo general de nubes de blanco intenso, para crear un escenario fascinante.

No sabría interpretar las estelas profusamente esculpidas del Sitio de Quriguá, reconocidas con las más grandes del mundo maya. Personalmente creo que tratan, como en la esencia de todo, de las certezas de los hombres de la época -en este caso, los artistas y arquitectos de la época-, atrapadas entre sus temores y sus dudas.
Rebeldía
Creo que son también un acto de rebeldía del ser humano en su deseo de trascender ante la inmensidad aplastante del universo y la carrera desigual contra el tiempo.

Quiriguá es un lugar para caminar descalzo por las verdes praderas de su campo de estelas y sentir la parte pétrea de la naturaleza humana hincada en la hierba, mirando, desafiante, cara a cara al tiempo.