Muchos pueblos del Valle del Motagua -y especialmente los del Corredor Seco- podrían encontrar un buen impulso a su economía en el turismo. Para ello habría que diseñar y promocionar adecuadamente una ruta, y ninguna mejor que la Gran Ruta turística del Motagua desde Quiché hasta el Caribe o desde las orillas del mar Caribe hasta el altiplano de Quiché.
No vale una acción aislada municipio a municipio, ni departamento a departamento. Se necesita tomar lo mejor de cada pueblo, ponerlo en valor y ensartarlo, como cuentas de un rosario, en el itinerario de la Gran Ruta Turística del Motagua Quiché – Caribe o Caribe – Quiché.
Salirse de lo típico
Las agencias de viajes van a lo seguro y fácil, a lo típico y tópico. Por eso en sus ofertas, hablando de Guatemala, aparecen siempre -y casi en exclusiva- la zona de los volcanes, Panajachel (Lago Atitlán), Antigua y la capital, que suele ser la puerta de entrada, a través del aeropuerto internacional de La Aurora, para la mayoría de los turistas que visitan Guatemala. O más al norte Tikal y Semuc Champey.
Y siendo cierto que todos esos lugares merecen ser visitados, no lo es menos que si nos ceñimos a lo típico-tópico nos estaremos perdiendo otros grandes tesoros culturales y magníficos escenarios naturales, en este caso dentro de la propia Guatemala. Pero es que además, para poder interpretar hoy la historia de Centroamérica o América Central, posiblemente no haya mejor ruta que esta en todo el continente americano.
Contrastes Altiplano-Caribe
Son elementos diferenciadores de esta ruta los contrastes entre el Caribe, de Izabal y el altiplano, de Quiché, con esa transición serena a través de lo que venimos denominado “pueblos tranquilos” del Corredor Seco; las diferentes etnias y culturas: indígena (maya-Motagua), hispánica y garífuna. Una riqueza y variedad inigualables en una ruta de 500 kilómetros.
Supone también recorrido por la peculiaridad de cada pueblo: Puerto Barrios, Zacapa, San Cristóbal y San Agustín Acasaguastlán, Guastatoya, El Progreso en su conjunto, los municipios del sur de Baja Verapaz, los del norte del departamento capitalino, algunos de Chimaltenango y otros propios de Quiché, hasta llegar a Santa Cruz de Quiché, donde nace el río Motagua para seguir un itinerario de casi quinientos kilómetros antes de diluirse en el Caribe.
Dos mundos
En estas tierras había un mundo y por las aguas del Caribe, por la bahía de Amatique, llegó otro, remontando Río Dulce. No se puede revisar la historia, pensar en lo que fue bueno o malo, sino en la realidad en la que se vive. Esa realidad es muy rica y valiosa y hay que conjugar sus partes, más que excluir en busca de una pureza absoluta.
En el itinerario de la Gran Ruta Turística del Motagua: Quiché – Caribe podemos encontrarnos contrastes en la vegetación y en el clima, pues se pasa de los 2000 metros de altitud en la cabecera del río a los 0 metros en su desembocadura. También en las costumbres y en las construcciones. No es igual la fisonomía de una ciudad del altiplano que la de otra a orillas del Caribe.
Vestigios históricos
Los vestigios históricos son notables en este recorrido. Están los yacimientos arqueológicos de Gumarkaaj (Santa Cruz de Quiché), Mixco Viejo o Jilotepeque Viejo, Quiriguá (Copán, del otro lado de la frontera), entre otros. Iglesias coloniales como las de San Cristóbal y San Agustín Acasaguastlán o la catedral de Zacapa. Obra civil y militar como el Puente de Barranquilla o el Castillo de San Felipe de Lara…
Hay también una gran diversidad de fauna y flora desde el altiplano hasta los manglares de Izabal, pasando por la impresionante Sierra de las Minas, con sus excepcionales bosques nubosos, y la ribera del propio río Motagua, que da vida a las tierras áridas, de bosque de espinos, del Corredor Seco.
Ritmos y tradiciones
Variedad también en tradiciones, ritmos musicales o gastronomía. No tienen nada que ver las Fiestas Elenas de Santa Cruz del Quiché con las garífunas de Lívingston, y ambas son de extraordinaria belleza y colorido. Hablamos, en definitiva, de una riqueza plural. Los elementos están. Es cuestión de desempolvarlos, lustrarlos y darlos a conocer.
Por todo lo dicho, nos dolería mucho que el Puente Orellana, derribado por la tormenta tropical Ágata, no se volviese a levantar ahora que se acerca su centenario.
Otra cuestión, sería tratar de garantizar la seguridad en la ruta para que el viajero se sienta en todo momento decidido a emprender una ruta que le cautivará.
NOTA. Este proyecto comenzó a diseñarlo Social Ciclismo Fan Manager en 2019, con la colaboración con la municipalidad de Guastatoya y, en particular, de su alcalde, Lic. Jorge Antonio Orellana Pinto. Seria bueno que pudiese desarrollarse.
Excelente propuesta… hay que hacerla entre tour operadores receptivos para ampliar la oferta turística
Desde luego, Guillermo, y también los pueblos implicados, unidos, han de esforzarse en presentar una oferta turística atractiva. La ruta tiene todos los ingredientes para el éxito, pero ha que presentarlos adecuadamente. Gracias por su opinión.