Cada día, al despertar, nos puede faltar el sol o esa brisa que a veces se levanta vaporosa para atenuar el calor del valle o el trino alegre de los pájaros… Sin embargo, cada amanecer ahí estás tú, querido río Motagua, seguramente desde antes de que ningún hombre hubiese poblado estas tierras, como un compañero, un amigo inseparable. Tu existencia es una gran suerte para cuantos vivimos a lo largo de tu cauce e incluso para toda la nación, Guatemala.
486 kilómetros de longitud
Atraviesas el país de occidente a oriente -de oeste a este- en un trayecto de casi quinientos kilómetros (486, dicen algunos informes). Sin las aguas de tu cauce, esta parte del denominado Corredor Seco de Guatemala resultaría difícilmente habitable. Eres el nexo de unión, el cordón umbilical, entre dos caras diferentes del país (oriente y occidente) que, de otro modo, tal vez vivirían espalda con espalda.
Del altiplano de Quiché (2000 metros de altitud) al Caribe
Naces en alta cuna, en las tierras del altiplano de Quiché, a unos dos mil metros de altitud, dentro de municipio de Santa Cruz del Quiché. No sabemos si siempre fuiste río, si surgiste de repente de la profundidad de la tierra, si naciste un día de una lágrima llorada desde el sentimiento más hondo o de una gota de rocío caída de los jardines del Universo.
En el inicio del curso, tus aguas puras y transparentes se deslizan raudas y cantarinas por las laderas que bajan al valle. En este primer tramo, a la derecha y en lo alto, dejas atrás la ciudad de Chichicastenango. Sus habitantes no llegan a divisarte porque bajas encajado en las profundas quebradas del terreno. A la izquierda queda Chiché.
Puente Concuá
También por la derecha te entran las aguas del río Pixcayá y, más abajo, te cruza el puente Concuá (14.87008589149567, -90.58033050943324), que debe su nombre al apellido del ingeniero que lo construyó. En el lugar se aprecian dos estructuras metálicas, ambas muy deterioradas. La primera, el puente Concuá propiamente dicho, que aún une las dos orillas; y la segunda, una nueva construcción que se levantó para suplir al viejo puente, pero que la tormenta tropical Ágatha inutilizó en 2010.
Río Motagua o Río Grande
Podías haber explorado caminos más cortos hacia el mar por el oeste y acabar en el Pacífico, como otros tantos ríos menores, o mismamente, haberte dirigido al lago Atitlán; sin embargo, decidiste seguir el trayecto más largo, rumbo al este, hacia el oriente del país, en el afán de ser grande, de ser el Río Grande, como también se te conoce, querido Motagua.
Aquí en Malena (es como llamamos habitualmente a Magdalena -San Agustín Acasaguastlán-) celebramos la decisión de que te hayas venido para oriente hasta acabar en el Atlántico, porque este lugar hermoso sin ti no lo sería tanto. Y también sería más pobre.
Quiché, Chimaltenango, Guatemala, Baja Verapaz, El Progreso…
Marcas frontera y unión entre los departamentos de Quiché y Chimaltenango. Rozas la parte norte del departamento de Guatemala y el sur de Baja Verapaz antes de adentrarte en El Progreso por Morazán y El Rancho.
Un poco más a la derecha queda Guastoya, cabecera departamental de El Progreso. También recibes las aguas del río Guastatoya que llegan desde los montes de Jalapa. Las gentes del valle te vemos fluir cada día y, aun en los casos en que no te vemos, sabemos que estás de paso por delante de nuestras casas, de nuestras vidas… a cada minuto, a cada segundo, como un tren expreso interminable que arrastra, silencioso, vagones y vagones de agua hasta el mar.
Magdalena y el río Motagua
En Magdalena te ensanchas hasta tocar por la otra orilla la localidad de El Paso de los Jalapas. Tal vez te guste nuestro pueblo, porque al llegar a él es como si perdieses esa prisa inicial por llegar al océano, tu ritmo se hace más pausado; o puede que te detengas a tomar las aguas que te entrega nuestro pequeño y también entrañable río Hato, como un tren de mercancías que efectúa una parada en una estación para incorporar nueva carga.
El río sabe que el mar existe…
Te vemos alejarte en busca del océano Atlántico, diríase que sin mucho afán, incluso con inusitada parsimonia. Dijo el poeta libanés Khalil Gibran: “El río sabe que existe el mar incluso antes de alcanzar su orilla”. Será por eso que ya has perdido aquella impetuosa y juvenil impaciencia de tus primeros kilómetros.
Sin prisa por llegar al mar
Cuando llegas a Malena ya eres otro. Pareces prematuramente adulto. Tus aguas, ahora algo turbias, te hacen parecer cansado, incluso un poco viejo. No hay prisa por llegar al mar. Pasas por San Cristóbal Acasaguastlán, Usumatlán, Teculután… bellas poblaciones con bellos nombres.
Se unen a ti nuevos y pequeños ríos que bajan de la Sierra de las Minas o del Cerro Azul, fronterizo con Honduras, como río El Tambor, río Hondo, río Grande de Zacapa o Camotán, río Lajillal o Río Blanco. Tampoco estos te entregan, por lo general, aguas limpias. Cada población por la que pasan les aporta su huella. Dejas, a una y otra margen, pueblos y aldeas y llegas a Gualán.
Río navegable en tiempos maya y de exploradores españoles
Siglos atrás, antes incluso de que Guatemala fuese Guatemala, pueblos maya, exploradores españoles y comerciantes de la región remontaron tu cauce con sus embarcaciones hasta esta ciudad del departamento de Zacapa en un recorrido río arriba de más de 200 kilómetros. Tus aguas y el lecho de tu cauce fueron la vía de comunicación más práctica -y diríase que única- en aquellos tiempos para adentrarse en las tierras del interior del país desde la costa atlántica.
Embarcaciones hasta San Cristóbal Acasaguastlán
De Gualán aún partían embarcaciones más pequeñas aguas arriba, hasta San Cristóbal Acasaguastlán y más lejos. En algunas de ellas se transportó parte del material para la construcción de la iglesia de San Cristóbal Acasaguastlán, uno de los monumentos religiosos más relevantes de Guatemala, edificado en 1654. Vestido de blanco, el templo -firme, altivo y apostado en una atalaya sobre el Motagua-, mira al poniente, cual centinela del valle, con un sol en su frente.
Morales, Los Amates y el lago Izabal
Cada vez más parsimonioso, sigues avanzando. Morales, Los Amates y el lago Izabal, este algo más al norte, son otros pueblos y lugares que van quedando atrás; así como el yacimiento arqueológico de Quiriguá, vestigio de la civilización maya.
Tenedores, San Gil, Puerto Barrios…
Pasas al sur del Cerro San Gil y de Puerto Barrios, por Tenedores… y te deslizas hacia el mar entre extensas plantaciones de banano y palma en el departamento de Izabal, después de haber atravesado las muy cálidas tierras de Zacapa; rozas la frontera de Honduras, culebreas incesantemente en los últimos kilómetros, como resistiéndote a desaparecer en las aguas saladas y templadas del Caribe: «El río sabe que existe el mar incluso antes de alcanzar su orilla”, dijo el poeta.
Creemos, querido río Motagua, que tú también te has enamorado profundamente de estas tierras, de los pueblos tranquilos, de sus gentes sencillas y buenas del valle que riegas. Por eso das vueltas y vueltas, meras maniobras de distracción, para retrasar un poco más tu llegada al mar. Aunque finalmente acabas diluyéndote en sus aguas saladas mansamente, porque, si bien en tus orillas en tiempos lejanos se dirimieron cruentas batallas entre los reinos de Quiriguá y Copán (Honduras), querido Motagua, tú eres un río de paz.
No te cantamos, nos quejamos de ti
Das esplendor a un bello y fértil valle, hoy castigado por el cambio climático. El lecho de tu cauce propicia también la vía de comunicación por carretera que va desde Puerto Barrios hasta la Capital, la Ruta del Atlántico. A tu vera aún quedan viejos raíles de la antigua vía del Ferrocarril del Norte. Eres un río admirable y, como algunos otros, digno de ser cantado por los poetas. Sin embargo, a pesar de todo lo que nos das, no es precisamente gratitud lo que recibes de nuestra parte. Hablamos de ti para quejarnos de que vas seco, de que vas crecido, de que vas sucio… Como si unas cosas y otras fuesen culpa tuya.
La contaminación, tu gran cruz
Es triste, querido río Motagua, que no te canten los poetas, porque merecías ser ensalzado; pero es peor, una gran injusticia, el abandono y las desatenciones que vienen marcando tu existencia. Resulta excesiva la contaminación que soportas y arrastras, como si fueses un vertedero, un mero desagüe, y no un río noble, el Río Grande de Guatemala y Centroamérica.
Semejante contaminación -tu gran cruz- parece difícil de explicar teniendo en cuenta que desde tu nacimiento en las elevadas tierras del altiplano hasta El Progreso transitas mayoritariamente por zonas agrestes, escarpadas y escasamente habitadas; pero a este departamento nuestro del interior de Guatemala tus aguas llegan ya muy contaminadas.
Fluyes como una herida transversal en la piel del país
La cruda realidad es que hoy fluyes como una herida transversal, abierta en la piel de todo el país de occidente a oriente, que nos duele y que las autoridades y la Comunidad Internacional deberían remediar con urgencia, como exponemos en otro artículo. El porqué de esta situación es bien sencillo. El origen de tu mayor contaminación, querido Motagua, está en tu afluente el río Las Vacas, otra víctima de la improvisación y de la despreocupación por la conservación del medioambiente.
Caída del curso del río Motagua: de 2000 a 0 metros
En en gráfico de arriba vemos la caída que ofrece el curso del río Motagua desde su nacimiento a más de 1900 metros de altitud en el departamento de Quiché, hasta su desembocadura en el mar Caribe. Como puede apreciarse tiene un descenso rápido en los aproximadamente 100 primeros kilómetros de su cauce para poco a poco volverse un río «tranquilo».
El río Las Vacas, la gran fuente de contaminación
Un primer punto blanco de la imagen de arriba señala el lugar donde el Motagua recibe las aguas del río Las Vacas, lamentablemente, muy contaminadas. Este arrastra la suciedad que recibe de los desagües y de las aguas pluviales de la capital y también la que le aporta -a su vez- su fluente el río Negro.
El encuentro entre los dos ríos se produce aproximadamente en el kilómetro 109 del curso del Motagua y a unos 418 metros de altitud. Es decir, en ese momento el Motagua ha recorrido poco más de 1/5 parte de su cauce y ha descendido casi 4/5 partes. El otro punto señala la ubicación de Magdalena (San Agustín Acasaguastlán), sobre el Km 166 y a una altitud de unos 263 m.
Querido río Motagua, a ti deberían cantarte también los poetas.